jueves, 21 de junio de 2012

Séptimo día.


Queridos lectores, llegados a este punto de nuestro viaje, supongo que sabréis, que nos encontramos en España, todos (aunque alguno quisiera quedarse). El caso es que no queríamos despedirnos de vosotros sin contaros el final de nuestra gran aventura por Inglaterra.

Por si alguien tenía la esperanza de que nuestro último día fuera a ser seco, os diremos que no habéis acertado, llovió un momento, (el único inconveniente de viajar a Inglaterra). Pero eso, no nos impidió empezar un largo y cansado día.

Lo primero de todo, fue levantarnos (¡como lo odiamos!) tras el aporreo de puertas por parte de los profesores durante al menos cinco minutos, y alguno que otro recordó que tenía que meter una cosa en la maleta, otro tenía que abrir la maleta para coger la ropa que se iba a poner hoy, etc.

El caso es que, después de todo el jaleo que seguramente montamos, desayunamos muy fuerte, pues hoy sería un día muy, muy cansado, a la vez que divertido.

Cogimos las maletas, y más o menos, luchamos para coger el ascensor, pues no creo que a nadie le hiciera gracia bajar la maleta tres plantas por las escaleras (aunque a alguno le toco). Evidentemente todo esto teníamos que hacerlo en silencio, pues aun había gente durmiendo en nuestra planta (¡no sé donde nos viene la fama a los españoles de armar jaleo!).

Después de cargar las maletas en el autobús que nos llevaría al aeropuerto, nos llevaron a la playa a la que fuimos el lunes, esta vez no fuimos andando, sino en autobús, por suerte.

Luego, en la playa, fuimos por el camino que llegaba al faro. Y ahí, hicimos grupos de tres personas y fuimos a las rocas que están en el exterior del faro, pues nos dieron una red y un cubo. ¡Y a pescar!
Aunque todos cogimos algo, ¡algunos fueron muy afortunados y cazaron más de un cangrejo!
Después de la “pesca”, fuimos al interior del St Mary, donde nos explicaron cómo funcionaba el faro, las instalaciones… Las vistas desde arriba, eran impresionantes, y tuvimos mucha, mucha suerte de ver una cría de foca marina, a la que pudimos distinguir pues su pelo blanco contrastaba entre las rocas y la marea que subía y subía.

Seguido del faro, vino lo que muchos esperaban que no llegase, la despedida en el colegio.
Ahí, disfrutamos de unos juegos típicos, como por ejemplo, cada uno con un número asignado y divididos en dos equipos, teníamos que meter un saquito entre una silla con un palo hecho de periódicos cuando decían nuestro número… Algo parecido al futbol. Pero no os creáis, pues nosotros les enseñamos como se juega al pañuelo y pareció gustarles bastante. Al final, pusieron el video que tanto empeño habíamos puesto al filmarlo… Aunque no lo vimos al completo, pues no teníamos mucho tiempo, estoy convencida, que pronto lo verán y dirán: “¡Qué diferente es su escuela!” Pues en  cierto modo, es así.

Después de intercambiarnos nuestros correos electrónicos, direcciones postales y demás, vino la parte más difícil, el adiós.

Cuando ya nos marchábamos del colegio, seguro que alguno se planteo que la semana había pasado muy rápida.

Al llegar al aeropuerto, fue otra historia, pues justo cuando nos íbamos, va, y sale el sol… ¡Odio el clima de Inglaterra! Cogimos nuestras maletas, pasamos los controles, y el resto fue otro cuento…

Solo os puedo decir, que en el autobús que nos llevo a Teruel, unos dormían y otros no pararon de dar murga con la música del móvil.

Cuando llegamos, era como si no hubiésemos visto a nuestras familias en años, pues nos abalanzamos sobre ellas como si no nos importara nada más.

Nos queda agradecer la paciencia infinita (o casi) que han tenido nuestros profesores acompañantes, ya que han pasado de profesores a amigos. Espero que os hayan gustado los detalles que nuestros padres han tenido con los jefes de los equipos: pollitos, cochinitos, y patitos, así como con Siobhàn, que no pudo acompañarnos, pero participo activamente en la organización del viaje.

Supongo que esto no es un adiós, pues el próximo año, habrá otro grupo de treinta niños como nosotros, emocionados por ir a Newcastle. Espero que para ellos sea también una experiencia inolvidable como lo ha sido para nosotros… Digamos, que es un hasta pronto y que a los próximos les llueva menos que a nosotros.

Lydia.